15 diciembre, 2006

A qué huelen las agujetas.

Niños, que no os engañen. Hacer deporte perjudica seriamente la salud. Es tremendamente malo para vuestro cuerpo. Os lo digo yo, que lo estoy sufriendo en carne propia.
El pasado puente de la Constitución (del 6 al 10 de diciembre, me encantan estas cosas) decidimos los cuatro matados de siempre ir a echar un partido. Bueno, no un partido, así a secas. Sería más correcto llamarle El Partido. Obviamente, hicimos dos equipos: Solteros por un lado, Casados por el otro. Si hay algún alama cándida e ingenua que aún se pregunte dónde estaba yo, diré que en el de Solteros (simpre fiel a mis colores). Viendo las alineaciones, la cosa no pintaba muy bien para nosotros:
Solteros: Juanito, Diego, Isra, Peña, Tasti y el que escribe.
Casados: Óscar, Richard, Yáñez, Charlie, Alfonso y Dani.
Por suerte para nosotros, su mejor jugador se lesionó unos días antes (lo siento Yáñez, pero nos vino de puta madre XDD), y así tuvimos ventaja numérica (podíamos hacer cambios, no creáis que estuvimos con un jugador más en el campo).
Como siempre que nos juntamos para estas cosas (una vez al año si hay suerte), el partido fue en tono de risas, coñas, meternos unos con otros (muy humillantes las TRES porras que le cascó Peña a Alfonso nada más salir al campo, avisando y todo) y sobre todo comprobar que la mayoría no tenemos fuelle para estas cosas. Estuvimos en el campo durante dos tiempos de media hora más una prórroga de 10 minutos dividida en dos mitades.
Sé que lo estáis deseando, así que no os voy a hacer sufrir más: ganamos los Solteros por un resultado final de 7-6, con dos goles míos, incluyendo el de la victoria.
La pena es que no me pude quedar a las cañas de después, porque seguro que dieron mucho de sí, pero tenía que irme a casa a comer.
La verdad es que me lo pasé muy bien con toda la pléyade de estrellas futbolísticas desaprovechadas que son mis amigos, pero no sé si compensa las agujetas que tuve al día siguiente. Qué dolores, madre mía. No sé cómo lo hago, pero cada vez que juego un partido descubro nuevos centros de dolor en mi propio cuerpo. No sabía que uno tenía tantas partes que pudiesen doler.
Supongo que me dejo montones de anécdotas del partido en el tintero, como la forma de acabarlo que tuvo el señor Peña, pero esto de escribir en el aula de informática de mi facultad no ayuda. Ahora os sigo contando cosas, que llevo mucho sin publicar.