12 junio, 2006

Un día en las fiestas de Coslada (III)

¡Qué de sueño que tengo, madre mía! Hoy ha tocado una de las siestas de tres horitas, que el cuerpo ya lo iba pidiendo. Y me he despertado porque ha vibrado el móvil, no os creáis.

Vamos ya con la nueva entrega de esta saga. Como ya os dije ayer, me liaron para salir otro ratito, así que tuve que hacer el esfuerzo de bajar a las fiestas de nuevo. Esta vez quedamos un poco más pronto, pero entre esperar un poco a la gente y estas cosillas típicas a la hora de quedar con un grupo más o menos numeroso nos dieron casi las once (creo). El caso es que, al no haber cenado nada en casa, los estómagos estaban rugiendo un poco, así que tuvimos que hacer el tremendo sacrificio de entrar en una de las casetas de las casas regionales para tomar algo. Y ya que Pablo estaba con nosotros, aprovechamos y nos quedamos en la de la Casa de Castilla y León. Menos mal que sólo había comido los macarrones de Sonia en todo el día... No sabéis lo bueno que es tener contactos en todas partes. Llegamos allí y pedimos una ración de bravas, una de picadillo y unos huevos estrellados, acompañados por un mini de cerveza y otro de cali. El caso es que la bebida se duplicó, las raciones vinieron cargadas hasta la bandera, sobre todo los huevos estrellados, y además hubo regalo de una tortillita de patata. Y es que estaba todo cojonudo. Qué cosas más ricas, madre. Luego llegaron algunos rezagados, que pidieron más comida, y acabamos hasta las trancas, básicamente. Con deciros que fui incapaz de pedirme un gofre pasadas dos horas supongo que os haréis una idea (y eso que me encanta el dulce).

Al que adivine la caseta a la que fuimos después le doy un premio. Efectivamente, la del Club de Tenis de Mesa. Lo que pasa es que al ser domingo estaba ya un poquito vacío todo. Pero aún así había gentecilla por las calles. Por ejemplo, una nena con una minifalda de vértigo a la que todos los presentes le haríamos un par de favores excepto el de siempre (Pues no sé cómo agradecértelo... - chiste interno, que diría el afectado). La verdad es que anoche duré muy poquito, y antes de las tres ya estaba en casa. Tenía los pies reventados, y la caminata hasta casa no ayudó mucho. Por lo menos una vez que me despedí de Peña, de Felipe y de Pablo, porque antes de eso me eché unas risas muy grandes con ellos.

Esta mañana he vuelto a pasar por los encierros, hoy con pantalones largos (pero fresquitos) y gorras (una para mí y otra para Celia, que no tan chic como yo y no tiene ninguna XDD). Creíamos que la plaza iba a estar un poco más vacía hoy, por eso de que la gente de bien debería estar trabajando, pero, como bien me ha recordado Diana, Coslada es un pueblo que no tiene más que gente de mal. Y la plaza no estaba a reventar, pro había muchos individuos e individuas. Lo mejor ha sido, como siempre, cuando las vaquillas le han dado unos cuantos revolcones a los listillos, y no ha habido mucho más que reseñar.

Al terminar hemos pasado por la Peña Taurina de Coslada, que hoy sí estaba abierta (ya me he enterado de lo que pasó ayer: fueron a tocar con la charanga para la Virgen; yo creía que estas cosas ya no se hacían en Coslada, pero parece que sí). Los salaos nos han invitado a una Fanta de limón que ha entrado de lujo después del calorazo que hemos pasado en la plaza, y ya nos hemos vuelto a casita tranquilamente. Como ya os he dicho al principio, me he echado una siesta de tres horitas, y ahora me voy a dar una duchita para estar de nuevo en Gelu y salir otro ratillo más, el último de estas fiestas. Así pues, despido la conexión y os emplazo a volver a visitarme para el próximo post, que no sé si será la cuarta parte.